Atenea, con su armadura ritual de guerra.


ARQUETIPOS. Episodio 7.


Eduardo Casas.

1.El esplendor de las ruinas


Alejandro Sanguinetti, un amigo que hace algunos años viajó para Grecia, me trajo como obsequio un pequeño trocito de mármol blanco del mayor monumento que existe en la ciudad de Atenas, el Partenón, ese majestuoso Templo –cuyas ruinas aún se conservan- dedicado a la diosa de la ciudad, Atenea. A pesar de la expresa prohibición de sustraer cualquier material del templo y de sus alrededores, ya que hay desperdigados en el suelo numerosos fragmentos pequeños –y otros no tan pequeños- de mármol, mi amigo levantó uno, que entra en la palma de una mano y me lo trajo como recuerdo. Cuando a su regreso me dijo lo que había hecho y me mostró el pedacito de límpido mármol que los siglos no habían podido oscurecer, no podía creer su audacia y picardía. Mi reacción fue de desaprobación. Sin embargo, como él no podía devolver esa fracción de la pequeña piedra, tan lisa y suave como la seda, la dejó en mi biblioteca. De vez en cuando toco y acaricio esa piedra blanca, testigo de uno de los hermosos templos de la Antigüedad, pido -con la humildad de un mendigo- un poquito de esa sabiduría que, miles y miles de devotos, han solicitado -a lo largo de los siglos- a la diosa.

Mi amigo me contó que el Partenón es deslumbrante, sobre todo de noche, iluminado. Su nombre literalmente significa “la residencia de las doncellas o de las vírgenes”. Fue construido a mediados del siglo V. antes de Cristo, casi exclusivamente en mármol blanco. Esta obra arquitectónica se caracteriza por su unidad y equilibro. En su interior había una imagen de Atenea, la diosa virgen, cuyo tamaño era de la imponente altura de 12 metros, realizada en madera y revestida en marfil, la parte visible del cuerpo, y en oro, el traje y ornamentos. La colosal escultura fue realizada por Fidias, el escultor, pintor y arquitecto más famoso de la Antigua Grecia. Lamentablemente el Partenón ha sufrido mucho deterioro durante los siglos: fue iglesia cristiana consagrada a la Virgen Madre de Dios, los turcos luego la hicieron mezquita, después fueron arrancados la mayor parte de los relieves y vendidos -junto con los restos de esculturas- a distintos museos modernos, posteriormente fue seriamente dañado por un terremoto y aún sigue siendo impactado por el turismo masivo y la contaminación ambiental.

En el año 2010, tras nueve años de obras para la conservación de ese templo de 2500 años, se finalizó la restauración. Si bien no ha sido la primera a lo largo del tiempo, ya que hubo una a comienzos del siglo XX, ahora se han completado varias fases más. Ciertas piezas originales se encuentran en el contiguo Nuevo Museo de la Acrópolis, inaugurado en 2009. El edificio es una estructura gigante de cristal, hierro, mármol y cemento que alberga reliquias milenarias encontradas durante diversas excavaciones en la roca sagrada de la Acrópolis. A pesar de la profunda crisis financiera que vive actualmente Grecia, los trabajos de restauración continúan gracias al apoyo de la Unión Europea. La restauración, iniciada a finales de los años 70, proseguirá durante unos 10 años más, aproximadamente.

Lo que hoy está restaurado sigue deslumbrando y da un cierto reflejo de ese imponente Templo dedicado a la patrona y señora de la ciudad de Atenas. Entre sus ruinas resplandecientes se encuentran selladas las voces de miles de plegarias que los fieles han elevado solicitando el don inapreciable de la sabiduría.


Atenea, diosa de las sabidurías prácticas. 

Entre esas piedras hay una inmensidad desperdigada de susurros, las voces del tiempo que se confunden haciendo una sola súplica:

“Oh Sabiduría, comunícame tu luz.

En ella contemplo todo otro esplendor
y me revela –también- el secreto de cualquier oscuridad.

Todos nacemos mortales e ignorantes.
A lo largo de mi vida quiero ser siempre aprendiz y discípulo.

Dame la humildad y la paz necesarias 
para seguir profundizando 
la hondura de todo misterio
y sentirme feliz con lo soy.


Oh Sabiduría,

concédeme siempre algo de tu sabiduría.
Amén”.


En el libro de los días ha quedado registrado que Atenea compitió con Poseidón, el dios del mar, las tormentas y los terremotos, el agitador de la tierra como lo llaman. El quiso ser la divinidad protectora de Atenas, cuando aún la ciudad no tenía ese nombre. La gente del lugar estableció que todo dios que se postulara para gobernar la ciudad le daría a ésta, como ofrenda, un regalo. Los habitantes luego elegirían qué regalo preferían.

Poseidón entonces golpeó el suelo con su lanza de tres dientes llamada “tridente” e hizo brotar una fuente, dando agua a la ciudad y un medio para comerciar como una importante potencia marítima. El agua –como era salada para beber- le desagradó al pueblo. Atenea ofreció, en cambio, el primer olivo que conocimos los mortales. Los ciudadanos aceptaron el olivo ya que proporciona madera, aceite y aceitunas. Reconocieron así el patronazgo de Atenea.

Hay otras voces que afirman que los ciudadanos eligieron por votación. Todas las mujeres votaron a Atenea y todos los hombres a Poseidón. Ganó Atenea por un solo sufragio, entonces Poseidón, con su poder sobre las aguas, inundó la región, quitó a las mujeres el derecho al voto y a los hijos les prohibió que llevaran el apellido de la madre. Grecia -y fundamentalmente Atenas- han contribuido a la consolidación de esa forma de gobierno a través del voto popular llamado “democracia”. Atenea, no obstante, aunque sea por un voto ganó y se vinculó así con la democracia y la política. Siempre en tiempos electorales, la lucha por el poder, entabla competencias y deslealtades, disputas y descalificaciones.

Sin embargo, en este caso, ganaron el poder las mujeres. Atenea es una diosa joven y virgen, inteligente y justa, hermosa y elocuente, dispensadora de sabiduría, la cual es propia de Grecia y en especial de Atenas ya que allí se desarrolló la filosofía.

Esta diosa de la razón anuncia un tiempo en que el poder y el gobierno estén liderados por las mujeres. Tal vez, en el futuro, tengamos un mundo presidido por mujeres. Ojalá que ellas marquen la diferencia y aprendan de los aciertos y errores de los varones. Las mujeres han presidido el ámbito doméstico por siglos. Tengo esperanza que ellas conduzcan también la sociedad, con nuevas creatividades y riquezas. Creo que se abre una nueva era del mundo donde las mujeres tendrán un papel social verdaderamente incidente.

Atenea preside las artes y la literatura, al igual que las Musas, diosas inspiradoras especialmente de la filosofía, la poesía y la música. Este lado intelectual no le impide tampoco un perfil hogareño y servicial ya que es protectora de las hilanderas, tejedoras, bordadoras y otras manualidades. Se dice que ella ha instituido todas las labores que desempeñan las mujeres.

Compensa, muy bien, aspectos intelectuales, teóricos y reflexivos junto con los activos y prácticos. Intenta integrar todo, como lo hacen siempre las mujeres. Equilibra tanto el lado femenino de su personalidad como el masculino ya que igualmente es diosa de la estrategia y la guerra justa, guardiana de los héroes en sus hazañas y batallas. En ella se conjuga armoniosamente lo teórico y lo práctico, el lado femenino y el masculino, el ánima y el ánimus, como algunos dicen.

Se le atribuyen, incluso, creaciones relativas a la agricultura, la industria y el arte. Entre sus inventos están los números y el fuego. Hizo la flauta y la trompeta, así como también algunas coreografías rituales para la guerra. Le gusta la música y el baile, como a toda mujer. Ella danza muy graciosamente.

Además dispensa sus bendiciones en la naturaleza: es protectora del crecimiento de los niños y como diosa del cielo claro y el aire puro, otorga salud y aleja la enfermedad. En este tiempo el mundo está cada vez más enrarecido: los aires, los suelos y los mares ya no son tan puros como antes.


Atenea, protectora de la gloriosa de la ciudad  Atenas.


En la ciudad de Atenas, la diosa es patrona indiscutible del estado. Protege las asambleas populares y deliberativas. Mantiene la autoridad de la ley, la justicia y el orden. Conserva la paz en las convocatorias del pueblo, especialmente cuando éste se reúne en la calle para hacer sus demandas. Ella instituyó la corte, los senados y los jurados para que toda necesidad popular tenga su respuesta y cualquier altercado que altere la justicia reciba su sanción. A menudo se la ve sentada a la derecha de su padre, Zeus, a quien le otorga sus consejos y éste los tiene, muy en cuenta, cuando delibera con los otros dioses.

Esta hija dilecta del supremo dios es quien promociona al estado, fomenta la agricultura y la industria y hace observar la ley y el orden en todos los asuntos públicos. También protege de los enemigos extranjeros en este presente convulsionado en que los pueblos se enfrentan y los líderes de cada nación buscan aliados o declaran adversarios. Los mortales buscamos justicia y -a veces- sólo nos quedamos con la venganza. No nos importa matarnos entre nosotros. A menudo ni siquiera establecemos un juicio justo para con aquellos que han traspasado la ley, simplemente los eliminamos creyéndonos dueños de la vida y de la muerte de las personas. La soberbia nos enceguece. Ya no vemos las cosas como son. Vemos las cosas como somos.

Atenea es diosa de la guerra, aunque en un sentido muy diferente al de otros dioses. Ni siquiera lleva armas. Cuando las porta, las toma prestadas de Zeus. No le gusta la agresividad, la fuerza bruta y el belicoso temperamento de Ares, el dios de la guerra. Ella no ama la guerra por sí misma sino sólo cuando la prudencia, la diplomacia y la estrategia no dejan otra posibilidad para el bien común. En épocas de guerra, las ciudades, fortalezas y puertos quedan bajo su protección.

Como diosa prudente de la guerra justa es protectora de los héroes que se distinguen por su fuerza y valor. Su sabiduría es concreta cuando se aplica al ejercicio de la guerra. Es cierto que filosóficamente aún está la discusión si –en verdad- puede existir una “guerra justa”. Lamentablemente esta disquisición filosófica y ética no puedo desarrollarla aquí. Lo cierto es que sus conocimientos se aplican en diseños de estrategias y técnicas concretas para el bien de todos. Su sabiduría no sólo es “filosófica” –por llamarla de alguna manera- sino, además, política; teórica y práctica para las ciencias y las artes, incluso hasta para la guerra, ya que –aunque se la haya desprestigiado tanto- en las primeras épocas del mundo se la consideraba también un verdadero arte.

Hay quienes han escuchado cantar tristemente a Atenea antes de acompañar a los ejércitos a la guerra. Ella los sostiene musitando la música en sus corazones vacilantes.


2. Nacida de la cabeza de su padre

Atenea, también conocida por algunos como Minerva, es una diosa de rasgos serenos, alta y bella, imponente y serenamente majestuosa. Su árbol preferido y característico es el olivo. Como señora de la guerra justa suele aparecer con atavíos de armadura: lanza, casco y con la “égida”, una especie de coraza de piel de cabra con la que cubre su cabeza y -según afirman- recuerda su particular nacimiento que ya les contaré.

A menudo aparece acompañada de la lechuza o el búho, aves que pueden ver agudamente de noche y representan aquella sabiduría profunda que tiene su visión –incluso- en las tinieblas. Ella suele ponerse el búho sobre sus hombros o posado en su cabeza. Atenea es la inteligencia y el pensamiento divinos. Hay quienes afirman que, en tiempos antiguos, bien pudo haber sido ella misma una diosa-pájaro con alas. Algunos dicen haberla visto en forma de lechuza.

Se le ofrecen sacrificios de toros, corderos y vacas. Sólo se le sacrifican hembras, con excepción de los corderos. Su fiesta principal fue originalmente una celebración de la cosecha para la protección a los campos. Entre sus inventos -como protectora de la agricultura- se le atribuye el arado y rastrillo. Además le enseñó a los seres humanos a uncir los bueyes para arar y los instruyó en la doma de los caballos. También creó la brida necesaria para la equitación. Fue incluso reconocida en la fiesta de los herreros como guardiana de las artes y la artesanía. Otro festival la celebra como diosa protectora del estado. Ciertamente Atenea es una diosa popular y muy querida.
Generalmente siempre se la observa elegantemente vestida y esto se debe a sus orígenes. En el Olimpo se la presenta como la hija favorita de Zeus, nacida de la frente o de la cabeza del máximo dios.



Atenea, hija dilecta de Zeus. 

Se cuenta que la madre de Atenea era Metis, la primera esposa de Zeus, una diosa de la raza de los titanes, una titánide que tenía como don de luz, la prudencia y, como don de sombra, la perfidia. Esta primera esposa de Zeus, le profetizó que tendría una hija y después a un hijo, el cual estaría destinado a suplantarlo y a gobernar el mundo. El padre soberano, inmediatamente, comenzó a sentir temor de perder su poder absoluto. Para impedir tan graves consecuencias, siguió el consejo terrible de otros dioses: encerró en su propio vientre de dios a su esposa. Para lograr esta perturbadora hazaña tuvo que tragarla y devorarla viva pero como Metis ya había concebido una hija de Zeus, Atenea, el mismo dios luego la dio a luz y como los dioses varones no tienen vientre para gestar, su hija nació brotando, ya adulta y ataviada de guerra, desde la cabeza de su padre. Dicen que vino al mundo ornamentada para la guerra porque conocía secretamente el profundo temor de su padre y –por las dudas- tuviera que pelear por su propia vida, consideró oportuno que vieran, desde el comienzo, engalanada para batallar.

También me han comentado que fue Hefesto, el dios del fuego y de la forja, quien abrió la cabeza de Zeus con un hacha de doble hoja y que Atenea, saltó de la cabeza, aclamando un potente grito de guerra y presentándose completamente armada. Zeus, la verla nacer, le dio el escudo de piel de cabra llamado “égida” y también le confió el rayo, el arma principal de su padre.

Atenea nunca fue niña. Siempre se la reconoció como mujer y adulta, como lo es la misma sabiduría, una plenitud madura. Esta diosa siempre permaneció virgen. Nunca tuvo marido, ni amantes. Solamente permitía que la acompañara la diosa de la victoria, Niké.

Al nacer de la cabeza del supremo dios, quedó consagrada como la diosa más inteligente, divinidad de la sabiduría -en general- y de las distintas sabidurías de las ciencias y artes. Una divinidad intelectual, gestada por su padre, naciendo de su cabeza, alumbrada a partir de las ideas divinas.

De la palabra “concepción” viene el vocablo “concepto”. Las ideas son hijas de nuestra mente, son generadas y dadas a luz para ser entendidas. Hay una concepción física en el cuerpo y otra intelectual en la mente. Las dos son alumbramientos.

Atenea nació de la cabeza del dios supremo que todo lo piensa. Su nacimiento singular es de índole –claramente- intelectual. Al ser también destinataria de la profecía acerca de hermanos que se pelearían por el trono y el poder de su padre, nace guerrera, con armas para luchar y defenderse.

Es intelectual por nacer de la cabeza de su padre y es aguerrida por tener que defender su imperio y su lugar de preferencia junto a su padre. De tal original nacimiento, le vienen sus dos características fundamentales: la sabiduría y la guerra, la intelectualidad y el dominio. En el fondo, dos maneras de un único poder: el pensamiento y armas. Algunos optan por el pensamiento y la ideología y otros, por la lucha y las armas. También hay quienes eligen los dos. Atenea es maestra eximia de los dos poderes. Ella es sabia y –a la vez- justamente defensora.

Como diosa prudente, disfruta de sus victorias delicada y humildemente. Algunos mortales la suelen escuchar cantar himnos de triunfos en distintas y desconocidas lenguas. Su gozo es calmado y sosegado y su voz resulta fresca y pura.



3. Una diosa democrática

La sabiduría de los dioses está representada en Atenea, un arquetipo -no sólo de sapiencia- sino, además, de poder y justicia. Es patrona de la guerra justa sólo por motivos de defensa del bien público. En esta diosa, el conocimiento, el poder y la justicia no están reñidos entre sí como suelen aparecer en la realidad, los tres separados: un conocimiento instrumentalizado o ideologizado por las estrategias; una justicia en complicidad con diversos intereses y un poder que sólo se busca a sí mismo, corrompiéndose.

En Atenea, el equilibrio del conocimiento, el poder y la justicia resultan armónicos. El conocimiento otorga, no sólo información sino, además, busca imparcialidad en el análisis. El poder está para defender, sobre todo a los más desvalidos de protección pública y la justicia existe para recomponer el equilibrio perdido fruto de aquellas acciones que sólo miran el propio provecho y no consideran el bien de todos.


Atenea, diosa de la guerra justa.

Atenea es el símbolo de la base de toda democracia: sabiduría, conocimiento e imparcialidad constituyen el primer pilar; el poder como capacidad para el desarrollo del bien social, el segundo pilar y la justicia no interesada, el orden equitativo y la pacífica convivencia, el tercer pilar. En Atenea, se encuentran la base de los tres poderes de toda democracia: el poder ejecutivo, legislativo y judicial.

El poder ejecutivo está asociado con la capacidad de obrar en función de los derechos de todos; el legislativo se relaciona con la verdad que deben reflejar y amparar las leyes; y el judicial se vincula con el consejo y la capacidad de dirimir el bien ecuánimemente. 

En la Antigua Atenas, la democracia estaba protegida por Atenea, la diosa de la ciudad. Su sabiduría se convirtió en un símbolo, no sólo filosófico, sino –además- político. La verdad no es sólo una iluminación. Es también acción. Obrar justamente: eso es lo que enseña Atenea, diosa de la reflexión y la acción. El saber es para saber hacer, para convertir -en acciones- todo el conocimiento.

Ella es diosa de la filosofía, la política, la estrategia, la diplomacia y -si fuera necesario para la defensa de todos- cuida de los ataques de otros, aguerrida en su pasión por el bien y la seguridad.

En estos tiempos violentos, de inseguridad social y precariedad jurídica, no queremos una justicia parcial que sólo vele por los más poderosos y se olvide de los vulnerables y desprotegidos. El arquetipo de Atenea busca una ética de equilibro entre conocimiento y acción, reflexión y poder, bien personal y colectivo. Como diosa de la guerra justa es partidaria de la no violencia. Sabe que la sangre no tiene tanta fuerza de reivindicación de los derechos como la lucha por la dignidad.

Atenea recibe todas las plegarias de quienes, en las batallas cotidianas, luchan sin descanso.


Ares, dios de la guerra violenta y Atenea, diosa de la guerra justa. 



4. Sabiduría judía, sabiduría griega y sabiduría cristiana

La búsqueda de una sabiduría integral no sólo aparece en la Antigüedad clásica sino también emerge en la Biblia. En ella, hay un conjunto de libros del Antiguo Testamento que –precisamente- se llaman “Sapienciales” ya que recopilan la experiencia del pueblo de Israel y la cultura judía. Ciertamente la sabiduría de Israel es distinta de la que tiene Grecia, sin embargo, este Imperio intelectual también influyó de muchas maneras en la Biblia.

Israel posee -en el conjunto de sus libros sapienciales- una rica y muy variada sabiduría. Teniendo puntos en común; sin embargo, sus doctrinas resultan también distintas entre sí. El Libro de los Proverbios es un típico texto doctrinal; una antología de sentencias, aforismos antiguos, enseñanzas coleccionadas y escritas por un autor anónimo donde la experiencia popular se consagra en boca de los sabios. En el libro de los Proverbios, en cambio, se encuentran reflexiones autobiográficas del autor en la búsqueda de sentido en lo cotidiano. La sabiduría es cuestionada y tiene su crisis. Se nota en este escrito la influencia de la cultura griega especialmente en algunas afirmaciones heredadas de ciertas corrientes de la filosofía griega, algo amargas y escépticas respecto al sentido existencial de la vida.

Hay una sentencia de este libro que afirma: “ni del amor, ni del odio, los hombres saben nada. Todo resulta absurdo. Un destino común para todos: para el justo y para el malvado, el puro y el manchado, el que hace sacrificios y el que no los hace, el bueno como el pecador, el que jura como el que no jura. Eso es lo peor de todo cuanto pasa bajo el sol: que haya un destino común para todos” (9,1-3).



Palas Atenea con sus insignias. 

El libro del Eclesiastés grita que todo es “vanidad de vanidades”. Esta “vanidad” es la superficialidad existencial, la banalidad, la sensación de vaciedad, el hastío y la insatisfacción, la “insoportable levedad del ser”. Todo se convierte en falaz y aparente. El libro plantea el dilema entre el “ser” y “la apariencia”.

Hay otro libro llamado “Eclesiástico” que también guarda una fuerte influencia de la cultura griega por parte de los judíos que vivían en la cosmopolita ciudad de Alejandría. Allí los judíos sufridos fuertes tensiones entre los que aspiraban a una cierta apertura a la cultura griega y aquellos que se apegan a la fidelidad de las tradiciones propias. Para este libro, la sabiduría no es sólo reflexión y búsqueda del sentido sino vida que se encarna en la historia, hija del tiempo y heredera de la memoria (Cf. 44,1-49,29).

Perspectiva similar se desarrolla posteriormente en el libro de la Sabiduría, (Cf. 10,1-19,16), el cual vuelve, una y otra vez a “re-interpretar” los signos de la historia (Cf. 10,1-19,16). El libro de la Sabiduría es el más reciente de todo el Antiguo Testamento. El autor es un pensador que maneja un lenguaje abstracto, con vocablos técnicos propios de los razonamientos e ideas griegas (Cf. 2,23; 9,15; 3,9-10; 6,18-19).

Por último se encuentra el libro de los Salmos, una colección de cantos religiosos para el culto y otras ocasiones. Lo mejor de toda la poesía lírica judía: la historia, las situaciones, la vida cotidiana y la fe están hechas oración y canción.

No sólo se registra una influencia de la sabiduría griega en algunos libros sapienciales del Antiguo Testamento sino que -en el Nuevo Testamento- también aparece explícitamente e incluso algunas mismas temáticas del pensamiento griego son asumidas para ser interpretadas desde la fe en Jesús.

En el Nuevo Testamento se da el paso de la sabiduría griega a la sabiduría cristiana, el encuentro de Atenea con Jesús. Este predominio del pensamiento griego fue decisivo y muy gravitante en el posterior desarrollo de la reflexión cristiana. Aún hoy, aunque no nos demos cuenta, la filosofía griega sigue influyendo.

El arquetipo de Atenea -la sabiduría griega- se encuentra con el arquetipo de Jesús, la verdadera sabiduría de Dios. De hecho hay textos que hablan -explícitamente- de la sabiduría de la tradición judía y de la tradición griega en el encuentro con Jesús y la forma en que se ha revelado la sabiduría de Dios en Él:

“El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden pero para los que se salvan es fuerza de Dios. Está escrito: destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré la ciencia de los inteligentes. ¿Dónde está el sabio?, ¿dónde el hombre culto?, ¿dónde la sutil filosofía de este mundo?, ¿acaso Dios no ha demostrado que la sabiduría del mundo es una necedad? Ya que el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación. Mientras los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres. Vean quiénes son los que han sido llamados: no hay muchos sabios, ni son muchos los poderosos, ni los ricos. Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio para confundir a los sabios. Lo que el mundo tiene por débil para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable, lo que no vale nada, para aniquilar a los que se creen algo. Así nadie podrá gloriarse delante de Dios. Jesús, por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia a fin de que el que se enorgullezca, que se enorgullezca en el Señor” (1 Co, 1.18-31).

Este hermoso y denso texto de la Primera Carta a los Corintios habla que la sabiduría cristiana se condensa en el anuncio y en la experiencia de la Cruz. El Dios Crucificado revela el nuevo modo de la sabiduría divina, la cual supera la ansiedad religiosa de signos prodigiosos que pretendían los judíos y la búsqueda de la sabiduría que anhelaban los griegos.

Las tradiciones de los judíos fueron ineficaces para develar los signos divinos y la sabiduría de los griegos fue incapaz de abrirse a un conocimiento más allá de este mundo. La sabiduría cristiana supone un acto de fe en el Dios Crucificado. Ella nos permite acceder a la verdadera sabiduría de la vida y al secreto escondido de la Cruz donde la debilidad se convierte en fortaleza -porque no es la fuerza de los hombres sino la de Dios- y la locura se vuelve sabiduría porque no es conocimiento que viene de la filosofía humana sino de Dios.

Los que no creen se quedan con la apariencia de una Cruz que es necedad, debilidad y locura humana. Los que creen, entran en la “lógica” de la sabiduría divina donde los caminos de Dios son desconcertantes porque tienen la forma de la Cruz.

Atenea, con su esplendor y su serenidad, con la majestuosidad inalterable de sus juicios ha sido reemplazada por otra sabiduría, la de un Dios humano que no está sentado en una cátedra, ni tiene en su sede la balanza de la justicia sino que está clavado, humillado, extenuado por un amor gratuito que se ha hace sacrificio para todos.

La Sabiduría de Jesús y de su Cruz es distinta a la de los dioses que Atenea comanda. Es una sabiduría divina que se ha hecho humana y está asociada a los que menos son y tienen. La Justicia de Dios no está sentada en un Tribunal inapelable e implacable sino que está identificada compartiendo la suerte y el destino de los más desvalidos.

Para el camino cristiano se es sabio cuando se vive el amor más grande y desinteresado. El bien común de Atenea se convierte en la dignidad de cada uno, sobre todo de los innumerables y anónimos crucificados de la historia que buscan la reivindicación de sus derechos. La Cruz de Jesús es la de todos, especialmente de los que menos son, pueden y tienen. Es la mayor sabiduría porque es la respuesta que está esperando la historia de cada crucificado del mundo.

Mientras que Atenea otorga justicia desde arriba, desde el Olimpo de los dioses, la justicia de Jesús es “desde abajo”, haciéndose uno con el que sufre, crucificándose con los olvidados y postergados. La verdadera sabiduría es la que posibilita la comunión con el otro, con el que sufre. Nada se sabe sino se sabe del amor, especialmente del amor herido y vulnerado.

Los símbolos y atributos de Atenea quedan transformados en la Cruz de Jesús en sabiduría y justicia verdaderas. La diosa de la contemplación filosófica y de las artes teóricas y prácticas busca un lugar en la escena donde Jesús está con Marta y María (Cf. Lc 10, 38-42). Una es la contemplación que recibe oyente la Palabra de Dios, como discípula a los pies del Maestro y la otra es el servicio cotidiano. La contemplación y la acción, la teoría y la praxis: dos maneras de un solo amor y de una misma sabiduría. Atenea se proyecta tanto en Marta, como en María, ya que ella es tanto diosa sentada en la sede la sabiduría contemplativa como aguerrida y activa batalladora en las luchas de la vida.

Jesús es para nosotros la Sabiduría divina encarnada cuya “lógica” no está principalmente ni en la reflexión del conocimiento y ni en el arte de las cosas prácticas como enseña Atenea. La clave para comprender todos los secretos del amor de Dios se encuentra en la Cruz: compendio excelso de toda la sabiduría divina y humana.

Si Jesús es la Sabiduría, María es -para nosotros- la sede de la Sabiduría, la que está asociada al misterio de la Cruz de una manera especialísima. Sabia con la sabiduría divino-humana de la Cruz, se ha transformado en sede donde reside la Sabiduría de Dios que nos adoctrina.

Así como Atenea está sentada en su trono para impartir justicia; de manera semejante, desde el regazo de María, la Sabiduría divina nos enseña.

En el Antiguo Testamento, Salomón es el rey arquetipo de la Sabiduría. En el Nuevo Testamento, Jesús -que es mayor que Salomón- se nos revela como la suprema Sabiduría. Jesús supera a Atenea -la sabiduría griega- y a Salomón, la sabiduría judía.

El legendario Rey Salomón pedía el don de la sabiduría con esta plegaria: “Señor de la misericordia, dame la sabiduría que asiste tu trono. Ella sabe lo que es agradable a tus ojos y lo que es conforme a tu Palabra. Envíala desde tus santos cielos, mándala desde tu trono glorioso para que trabaje a mi lado y yo conozca lo que es de tu agrado. Ella -que lo sabe y lo comprende todo- me guiará prudentemente en mis obras y me protegerá con su gloria. Así, todo lo que haga te agradará. ¿Quién ha explorado lo que está en el cielo?; ¿quién conoce tu voluntad si tú mismo no le das la Sabiduría y envías -desde lo alto- tu Santo Espíritu? Sólo así aprendemos lo que te agrada y tu Sabiduría nos salva. Amén” (Sb 9, 1-18).

Estos pensamientos y recuerdos me han visitado mientras tengo entre mis manos la piedra blanca del Partenón que ha viajado hasta mí. Me gusta pensar que ella me ha buscado y que ha venido del otro lado del mundo tan sólo para encontrarme y vivir conmigo. Recuerdo también a mi amigo que ahora vive en otra ciudad y hace ya mucho que lo no veo. Vaya mi abrazo para él mientras acaricio esta pequeña piedra que me obsequió e imagino todos los caminos de búsquedas de sabiduría humana y divina que ha recorrido la memoria de los siglos. Al tocarla quisiera que me fuera concedida algo de esa sabiduría que pidió el Rey Salomón, la misma que imploró la Virgen María, un don que es –a la vez- un inmenso y arduo trabajo. Me imagino a la diosa Atenea en su propio viaje hacia a la sabiduría y escucho el susurro de su canto triste porque –ni aún en el Monte Olimpo de los dioses- su perenne juventud fue suficiente.

También recuerdo ahora que en una antigua biblioteca de los lugares donde soy profesor, hay un búho embalsamado que preside la sigilosa lectura de aquellos que, en los escritorios leen y estudian. ¿Sabrán los lectores de esa famosa biblioteca que ese simbólico búho se debe a la diosa griega?

Escultura de la diosa Atenea. 

Frases para pensar

1.“No vemos las cosas como son. Vemos las cosas, como somos”.

2. "Creo que se abre una nueva era del mundo donde las mujeres tendrán un papel social verdaderamente incidente”.

3.“En estos tiempos violentos, de inseguridad social y precariedad jurídica, no queremos una justicia parcial que sólo vele por los más poderosos y se olvida de los vulnerables y desprotegidos”.

4.“Para el camino cristiano se es sabio cuando se ha identificado con el actuar del amor más grande y desinteresado”.

5.“La clave para comprender todos los secretos del amor de Dios se encuentra en la Cruz: compendio excelso de toda la sabiduría divina y humana”.
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